Las festividades de fin de año suelen relacionarse comúnmente con imágenes de alegría, reuniones familiares y celebraciones. Pero ¿qué pasa cuando esta temporada no trae felicidad, sino una sensación de tristeza, vacío o desconexión? Para muchas personas, diciembre puede convertirse en un período de vulnerabilidad emocional. Los balances de fin de año, los problemas familiares, el duelo, la incertidumbre económica, la violencia o incluso la constante comparación que fomentan las redes sociales pueden amplificar sentimientos de insatisfacción y tristeza. Si no se reconocen y gestionan a tiempo, estas emociones pueden convertirse en algo más severo, como la depresión.
Reconocer los primeros signos es importante para prevenir y actuar. Los síntomas de la depresión en estas fechas suelen incluir tristeza persistente, pérdida de interés en actividades que antes eran gratificantes, aislamiento social y dificultades para concentrarse. Además, es común experimentar sentimientos de inutilidad, culpa o desesperanza. Físicamente, pueden presentarse alteraciones en el sueño, cambios en el apetito y una fatiga constante. Aunque estos síntomas pueden confundirse con el estrés típico de la temporada, lo que los diferencia es su intensidad y duración.
Prevenir la depresión puede empezar con cambios pequeños pero significativos; acciones simples pueden transformar el bienestar emocional. Una buena estrategia es identificar lo que realmente es importante para ti: tus valores, tus pasiones, tus prioridades. Haz una lista de actividades pequeñas y significativas que estén alineadas con esos valores. Planifica estas actividades poco a poco, comenzando con aquellas que sean fáciles y accesibles. Crear una rutina también puede ser muy útil: anota en un calendario actividades con horarios específicos, ya que la estructura ayuda a combatir la inercia emocional.
Otra recomendación importante es limitar el tiempo en redes sociales. Estas plataformas suelen alimentar comparaciones poco realistas y generar insatisfacción. En cambio, enfócate en lo que tiene significado para ti y establece metas alcanzables para el próximo año; esto puede reducir la autocrítica y ayudarte a mantener una perspectiva más positiva. No olvides que cuidar de tu cuerpo es también cuidar de tu mente: una alimentación balanceada, un buen descanso y la actividad física influyen directamente en tu bienestar emocional.
El apoyo social es esencial. Brindar y recibir un espacio seguro para expresar emociones sin temor al juicio puede ser transformador. Observa cómo se sienten tus seres queridos, valida sus emociones y anímales a compartir lo que están pasando. Estas pequeñas acciones fortalecen los lazos y generan un sentido de pertenencia. Además, si notas que alguien cercano necesita ayuda profesional, tu acompañamiento puede ser el empujón que necesite para buscarla.
Finalmente, las festividades son también una oportunidad para resignificar nuestras expectativas. En lugar de enfocarte en lo que no lograste o en compararte con otros, reflexiona sobre tus aprendizajes y logros desde una perspectiva de crecimiento personal. Este es un buen momento para reconectar contigo mismo y con quienes realmente te importan, priorizando relaciones auténticas y practicando el autocuidado.
Katherine Alcívar, psicóloga y magíster en Neuropsicología del Aprendizaje. Docente de Psicología de los Grupos en la UIDE. Experiencia en salud mental y psicología social.